lunes, 18 de octubre de 2010

El rescate "a la Argentina"


No me digan que no. En la medianoche del martes 12 y el comienzo del miércoles 13, muchos nos pegamos al televisor para ver el rescate de los mineros chilenos. En vivo y en directo. Con audio trasandino matizada por comentarios de enviados especiales argentinos que estaban tan lejos del la base de operaciones como los mismos candidatos a ser rescatados.
Cuando la "Fénix 2" inició su primer descenso, llevando a uno de los rescatistas, ¿qué esperaban? ¿Qué se trabará? ¿Qué se cortase la soga? ¿Qué el pasajero empezará a gritar pidiendo que lo suban de nuevo? Bueno, no. No pasó nada. Llegó al fondo, lo vimos ser recibido por los trabajadores atrapados y luego intercambiar su lugar con el minero elegido para ser izado. Y cuando éste empezó su recorrido hacia la superficie... ¿no surgían de nuevo aquellas dudas? Pero no. El morbo involuntario que todos llevamos adherido al ADN se tuvo que ir a dormir. No hubo terremoto, la soga resistió, la cápsula nunca salió abollada, ningún minero saltó a tierra vomitando o con un ataque de pánico o intentado agredir a los que lo ayudaron a subir.
El rescate se prolongó sin novedades. Y lo natural fue que tras el tercer o cuarto minero izado, muchos televisores se apagaron. Claro, había que ir a dormir. Pero también lo que pasaba era que, justamente, "no pasaba nada". ¿La prueba? Al día siguiente los canales de noticias seguían mostrando el operativo en la mina San José, pero el rating ya no era tan alto como en las primeras dos horas.
No tengo dudas acerca que en Argentina este rescate hubiese tenido otros condimentos. Mas autóctonos. Mas interesantes y mediáticos. Por ejemplo...
* Apenas se produjo el derrumbe, hubiese habido cortes de accesos a Capital Federal como medida de protesta y solidaridad con los accidentados.
* De inmediato una marcha a la mina hubiese terminado con incidentes en los que las instalaciones habrían sido destruidas.
* Paralelamente las oficinas de la empresa minera serían tomadas por organizaciones sociales, estudiantes secundarios (con títulos oficiales de "tomadores") y otros grupos siempre deseosos de movilizarse.
* Portavoces del gobierno hubieran asegurado que "hay una sensación de que algunos mineros quedaron atrapados bajo tierra". Vía twitter, claro.
* El Indec aseguraría que no son 33 sino 16 los mineros atrapados.
Pese a todo, supongamos que encontraban que los mineros estaban vivos. Entonces hubiese sucedido esto:
* Cortes en los accesos a Capital para festejar el hallazgo.
* Una nueva marcha a la mina. Nuevos incidentes.
* La toma en la empresa minera se mantiene.
* Un exitoso programa de TV muda a sus bailarines mediáticos para que discutan y dancen junto a las perforadoras mientras se inician los operativos de rescate.
Y, por fin, cuando comienzan a ser sacados del interior de la tierra...
* Cortes de calles hasta que salga el último minero.
* La toma en la empresa no se levanta hasta que el último minero no cobre su sueldo.
* La televisión oficial lanza "Rescate para todos".
* La cápsula -pintada de celeste y blanco- luce anuncios de bingos, cadenas de farmacia, páginas de poker en internet y el logo de un diario oficialista.
* Afuera, un escenario alberga a sindicalistas y políticos alineados con el oficialismo. Llega Chávez invitado para hablar con cada minero. Algunos rescatados se desmayan agotados más por la verba del bolivariano que por la odisea vivida.
Y, claro, después vendría el desfile por canales de TV y programas varios. Esto, seguramente es lo mismo que está sucediendo allá en Chile. La diferencia es que acá los cruzaríamos al aire con alguna vedette en ciernes (o alguna veterana insaciable) para que contasen como fueron los 70 días de abstinencia (¿abstinencia?) subterránea.

Eso si: los cortes y la toma, seguirían.

Arranca una nueva ronda

Aquí estamos de nuevo "matecremonenses". Pasó un tiempo bastante prolongado entre nuestro contacto anterior y estas nuevas y (espero) frescas líneas. Bueno, es que no solo los mineros anduvieron lejos del mundo exterior. Hay veces que uno debe tomarse tiempo para cobrar nuevo impulso y seguir. Ustedes saben de qué se trata. Por eso, acérquense una vez más. La ronda va a empezar

jueves, 26 de agosto de 2010

Hombres de cierta edad: Igual a nosotros


¿Cuántas diferencias habrá ente un hombre que vive en Estados Unidos y otro que vive en Argentina? ¿Muchas? ¿Pocas? Pero las hay, sin dudas. De arranque nomas, un estadounidense desayuna huevos revueltos, jirones de tocino y jugo de naranjas, mientras que nosotros preferimos un mate amarguito con cremona... Pero, ¿y a la hora de encarar la vida?
Desde hace un par de semanas el Warner Channel emite una serie que se llama "Men of certain age" ("Hombres de cierta edad") que narra la historia de tres amigos que pasaron la línea de los 40 años y deben enfrentar el día a día desde esa óptica. Cada uno de ellos es diferente a los otros dos, pero tienen puntos de coincidencia entre si. Y también se parecen a cualquier trío de amigos argentinos en la misma situación. Veamos...
Joe Tranelli. es dueño de una especie de bazar, recientemente separado, con una hija adolescente y un hijo entrando en esa franja de la vida, amante de la música de los 80 8con la que aturde a empleados yclientes de su negocio), frustrado jugador de golf y adicto a las apuestas. Joe debe enfrentar la reciente separación de su mujer y admitir que "la vida sigue". El problema es que su inseguridad le hace ver señales que no sabe interpretar. Si una mujer le sonrie, ¿quiere tener una aventura con él? Si le presentan a una chica, ¿hasta dónde debe avanzar? ¿Debe seguir respetando a su esposa? ¿A quién recurre para resolver estas cuestiones? a sus amigos, claro...
Owen Thoreau Jr. tiene otras cosas con las que lidiar: Pese a ser un imponente hombre de piel oscura, es más simpático que temible y está lleno de dudas también. Tres hijos pequeños, una casa a medio construir, una esposa cariñosa (que muchas veces lo atosiga con su amor y lo mete en problemas) y un empleo que no es nada sencillo: trabaja en la concesionaria de su padre, un tipo que no perdona errores y lo trata como el peor de los empleados. Owen hace equilibrio como sostén económico de la familia para llegar a fin de mes, mientras trata de entender cómo sus dos amigos pueden vivir sin parejas estables.
El tercer integrante del trío es Terry Elliot, un ex actor que apenas si ha conseguido papeles menores y que trabaja -cuando quiere- en una oficina a la que llega tarde invariablemente. Elliot es un "Romeo" incurable. Siempre conquistando chicas -mucho menores que él- vive sin ataduras emocionales y suele despertar algo de envidia en Joe quien, en ocasiones, sigue sus consejos al pie de la letra buscando imitarlo.
En el programa (cuyos 12 capítulos de la primera temporada se emiten los martes a las 22 por el Warner) los tres amigos se juntan para almorzar en un bar de comidas rápidas y allí intercambian sus vivencias. Hablan de cremas para aliviar paspaduras, de chicas, de dilemas morales como prohibir o no que los hijos de Joe chateen o que el padre de Owen haga un comercial de la concesionaria mostrando como "hijo" a un empleado y no al propio Owen...
No es difícil sentirse indentificado con alguno de los tres. Y aún quienes no hayan llegado a pasar la raya de los cuarenta, probablemente entiendan lo que les pasa a estos tres "hombres de cierta edad"
Si tienen cable -mientras no sea expropiado- y tienen ganas, inviertan una hora del martes en ver la serie. Ray Romano, Andre Braugher y Scott Bakula son tres amigos a los que vale la pena invitar a casa.

domingo, 22 de agosto de 2010

Quería decir...: El A B C de la violencia

Vivimos tiempos tristes en Argentina. Tiempos de inseguridad. Tiempos de miedo. Tiempos de incertidumbre. Y no se trata de cuestiones relacionados a los físico, al temor de ser asaltados, atropellados o asesinados. También coexistimos con el terror de ser lesionados moralmente, de recibir una agresión que no tenga forma de piedra o bala, sino que sea una palabra, una determinación, una acción que nos cambie la vida para siempre.
Viajar, salir, quedarse, hacer o no hacer, todo es inseguro. Pero mucho más de los común. Ya no se trata de la ley de probabilidades. No se trata de que nos toque o no estar en determinado lugar, en determinado momento, para que algo nos suceda. La violencia en la Argentina escapa incluso para lo que pueda medirse a través del azar.
Hay un ABC básico de la violencia. Adolescentes. Bancos. Colectivos. ¿Son los únicos? No, claro que no. Estos tres son los ejes de la cuestión en cuanto a lo físico. El daño moral va pegado a cualquiera de estos tres. Es el "bonus". El (maldito) premio.
Hay una porción de adolescentes que vive poniendo en riesgo su vida y la de otros. Es comprensible que en ese laberinto en el que las hormonas nos ponen después de los doce años, los caminos siempre parezcan confusos y que la única "certeza" sea tener esa sensación de poder, de ser invencible, inmortal. Esta engañosa omnipotencia por la que todos pasamos algunas vez, engaña. Entonces algunos (por ejemplo) se toman, liberalmente, "hasta el agua de los floreros". Tequila, vodka, cerveza, vino, ginebra... No importa la calidad. No hay límite para la cantidad. ¿Y después? Después uno toma otra cosa: un arma. Y dispara. Muere él o muere otro. El saldo de todos modos es trágico. ¿Los amigos? No saben a quien culpar. Se esconden detrás del "todo pasó en un segundo". Claro. En un segundo fatal. Y un segundo que pudo haberse evitado. Más si luego alguien desliza que la víctima o victimario "temía problemas con el alcohol. Se descontrolaba. A veces hacía bromas o se metía a correr en medio del tráfico". Jaja. Qué divertido. Miren como le tocan bocina los conductores tratando de eludirlo. ¿Saben que pasa si lo atropellan? Van presos. Y a juicio. Y lo tienen que pagar por bueno, como suele decirse.
Entrar al banco aunque sea buscando cambio en monedas para viajar se ha convertido en una aventura de espías y pistoleros. Hay que mirar fijo al cajero. Ver si nos mira fijo a nosotros. O si hace alguna seña o algún guiño raro. También hay que estar atentos a los que están parados frente a los cajeros automáticos como muñecos desconectados a la espera de una orden. Y hay que mirar si alguien entra (o sale) atrás nuestro. Si nos sigue veinte metros por la vereda, cruzar. O correr. O ponerse a gritar. O arrodillarnos y extender las manos ofreciendo las míseras monedas suplicando que no nos disparen. "Tomen. Llevénlas. Yo voy caminando." ¿Comprar dolares? ¿Renovar un plazo fijo? ¿Cobrar la jubilación? No. Esa tarea requiere del alquiler de un par de custodios de esos que vemos en las películas y suelen decir "El perímetro está asegurado"
Llegar a la parada del colectivo tiene, en cambio, el romanticismo de los filmes de acción al estilo Indiana Jones. Hay que esquivar al 94 que dobla a toda velocidad, dejar pasar al 112 que nos roza la nariz con uno de sus estribos traseros, y perseguir y alcanzar al 9 que acelera para sortear el semáforo en el que ya luce el amarillo. ¿Fin de la misión? No. La diversión recién empieza... Hay que tratar que la máquina no haga saltar las monedas enloquecidamente como si fuesen pulgas en el lomo de un perro pelado, o que las devuelva igual que un tobogán sin frenos. Cuando por fin el pasaje ha sido abonado, viene la complicada tarea de tomar con uñas bien afiladas el minúsculo boleto que -sabemos bien- un día de lluvia o por culpa del sudor perderá rápidamente toda la (supuesta) información vital que posee. El resto del viaje será, por suerte, apenas un vaivén de aceleradas y frenadas y de giros dignos de una centrífugadora para entrenar astronautas. Ah, y no hay que olvidarse de estar parado lejos de las puertas y hablar por celular con las ventanillas cerradas o mientras el colectivo se mueve. No sea cosa que un arrebatador (interno o externo) se tiente...
¿Pasan más cosas? Si. ¿Hay mas modos de violencia? Si. Pero por hoy con este ABC (Adolecentes, Bancos, Colectivos) tenemos suficiente. Pero no lo duden. Podemos completar el abecedario. Y varias veces.

sábado, 14 de agosto de 2010

La tarde que la cremona fue vencida


Hola amigos "mateconcremonenses"

Esta vez tengo que escribir para pedir perdón... porque he traicionado la noble causa de nuestra "hermandad". Y es que la semana pasada cambie la cremona fiel por una torta (una Súpertorta, en realidad) Hay una explicación, por supuesto: fue mi cumpleaños.

Debo admitir que comí sin culpa, pero que acompañe cada porción con un buen amargo, como corresponde y de forma de expiar parte de mi pecado.

Semejante Súpertorta fue regalo de mis hijos, Catalina y Cristopher, con quienes disfruto cada día de mi existencia. Ellos son el motor que me impulsa cada día, y el cariño y el amor que nos brindamos nos sirve para enfrentar cada día la nada sencilla (pero hermosa) aventura de vivir.

Quería aprovechar nuestro encuentro para compartir con ustedes está, una pequeña alegría doméstica.
Y para confesar mi "traición" a la querida cremona. Algo que ya estoy encaminado a corregir (porque de la torta no quedan ni las migas)

Un abrazo para todos. Hasta la próxima ronda.

lunes, 9 de agosto de 2010

Un mate y un amor

El siguiente texto reproduce un monólogo de Lalo Mir en su programa "Lalo bla, bla..." de Radio Mitre. Digan la verdad, ¿no se sienten incluidos?


El mate no es una bebida. Bueno, sí. Es un líquido y entra por la boca.
Pero no es una bebida. En este país nadie toma mate porque tenga sed.
Es más bien una costumbre, como rascarse.
El mate es exactamente lo contrario que la televisión: te hace conversar si
estás con alguien, y te hace pensar cuando estás solo.
Cuando llega alguien a tu casa la primera frase es 'hola' y la segunda
'¿unos mates?'.
Esto pasa en todas las casas. En la de los ricos y en la de los pobres.
Pasa entre mujeres charlatanas y chismosas, y pasa entre hombres serios o inmaduros.
Pasa entre los viejos de un geriátrico y entre los adolescentes mientras estudian.
Es lo único que comparten los padres y los hijos sin discutir ni echarse en cara.
Peronistas y radicales ceban mate sin preguntar.
En verano y en invierno.
Es lo único en lo que nos parecemos las víctimas y los verdugos; los buenos y los malos.
Cuando tenés un hijo, le empezás a dar mate cuando te pide. Se lo das tibiecito, con mucha azúcar, y se sienten grandes. Sentís un orgullo enorme cuando un esquenuncito de tu sangre empieza a chupar mate. Se te sale el corazón del cuerpo.
Después ellos, con los años, elegirán si tomarlo amargo, dulce, muy caliente, tereré, con cáscara de naranja, con yuyos, con un chorrito de limón.
Cuando conocés a alguien por primera vez, te tomás unos mates. La gente pregunta, cuando no hay confianza: '¿Dulce o amargo?'. El otro responde:
'Como tomes vos'.
Los teclados de Argentina tienen las letras llenas de yerba.
La yerba es lo único que hay siempre, en todas las
casas. Siempre. Con inflación, con hambre, con militares, con democracia, con cualquiera de nuestras pestes y maldiciones eternas. Y si un día no hay yerba, un vecino tiene y te da. La yerba no se le niega a nadie.
Éste es el único país del mundo en donde la decisión de dejar de ser un chico y empezar a ser un hombre ocurre un día en particular, Nada de pantalones largos, circuncisión, universidad o vivir lejos de los padres.

Acá empezamos a ser grandes el día que tenemos la necesidad de tomar por primera vez unos mates, solos. No es casualidad. No es porque sí.
El día que un chico pone la pava al fuego y toma su primer mate sin que haya nadie en casa, en ese minuto, es que ha descubierto que tiene alma.
O está muerto de miedo, o está muerto de amor, o algo: pero no es un día cualquiera.
Ninguno de nosotros nos acordamos del día en que tomamos por primera vez un mate solo. Pero debe haber sido un día importante para cada uno.
Por adentro hay revoluciones.
El sencillo mate es nada más y nada menos que una demostración de valores...
Es la solidaridad de bancar esos mates lavados porque la charla es buena.
La charla, no el mate..
Es el respeto por los tiempos para hablar y escuchar, vos hablás mientras el otro toma
y es la sinceridad para decir: ¡Basta, cambiá la yerba!'.
Es el compañerismo hecho momento.
Es la sensibilidad al agua hirviendo.
Es el cariño para preguntar, estúpidamente, '¿está caliente, no?'.
Es la modestia de quien ceba el mejor mate.
Es la generosidad de dar hasta el final.
Es la hospitalidad de la invitación.
Es la justicia de uno por uno.
Es la obligación de decir 'gracias', al menos una vez al día.
Es la actitud ética, franca y leal de
encontrarse sin mayores pretensiones
que compartir.

miércoles, 4 de agosto de 2010

¿A Usted nunca le pasó?: El Día del ¿Niño?

El domingo es el Día del Niño. Y todos los años pasa más o menos lo mismo en la semana previa. ¿O no? Pasen y vean dos casos típicos:

Caso 1: Para el varón

- Hola, buenas tardes. Quería algo para mi hijo por el Día del Niño.
-Claro, como no ¿Su hijo tiene celular? Tenemos una oferta que incluye un equipo con cámara, cámara de vídeo, GPS, sistema de rastreo multisecuencial y...
- Eh, no. Mi hijo tiene 11 años y no tiene celular porque no lo necesita todavía. Yo buscaba otra cosa...
- Bueno tenemos una amplia gama de MP4 y dos modelos nuevos de ipod que permiten escuchar música mientras...
-Mirá, la verdad es que a mi hijo la música mucho no le interesa. Creo que es más del tipo de juegos, ¿entendés?
-Ah, claro. Con 11 años debe estar esperando que usted le compre Monstruoción 4. ¿Tiene PC, no? Porque Monstruoción 4 salió para Pc. Y esta vez los Soldados Intergalácticos van a un planeta que esta hecho de una sustancia gris que va hundiendo al jugador cada vez un poco más cada 15 minutos. Como el juego marcha en tiempo real, el jugador tiene que completar la misión antes de las dos horas y media o morirá ahogado. Y eso si se salva de los zombie-monstruos que cuando lo atacan le van arrancado pedazos del cuerpo. Una mano, un ojo, una pierna... Es muy entretenido.
-A mi me parece más bien muy violento. ¿No habrá algo de deportes? ¿Fútbol, por ejemplo?
-Si, si, claro. Tenemos la versión Fútbol Mundial 3010. Acá vos podés jugar el Mundial siendo Messi. hacés todos los goles y salis campeón del mundo.
-No, no. Me parece más de ciencia ficción que de fútbol. ¿Algo más educativo?
-Hummm, a ver, a ver... ¿Le gustan los dinosaurios? Si, seguro que si. A los chicos le gustan los dinosaurios siempre. Este es Dino Rex. Son peleas entre diferentes clases de monstruos. Y te digo un truco: apretando "control-shift 5" le metes las uñas a tu rival en los ojos y lo dejas ciego. Así se gana seguro, jajaja.
-No, no, por favor. Basta de violencia. ¿Qué les pasa a ustedes? Todo es romper, matar, destruir... ¿Dónde quedo El Estanciero o la Lotería Familiar?
- Miré, hubiera empezado por ahí. Usted busca juegos de mesa. Puedo ir al sótano para ver si me queda algún Scrabble o un Ajedrez. Porque acá arriba lo que tengo es el "Estrategia de Guerra" y el "Ludo para volver de la muerte"
-¿Ludo para volver de la muerte? No, no. No me explique nada. Ustedes están todos locos. ¡Locos! Solo venden violencia. ¡¡¡¡¡¡¡Mi hijo no es violento porque yo no soy violento!!!!
-Seguridad, seguridad, socorro...

Finalmente el regalo para el nene fue que el padre salió de la comisaria el sábado a la tarde y pudo pasar el Día del Niño en casa... jugando Batalla Nava en un par de hojas cuadriculadas arrancadas a la carpeta de matemáticas.


Caso 2: para la nena

- ¿En qué la puedo servir, señora?
-Buscaba algo para mi hija, para el Día del Niño.
-¿Tiene celu? Acá hay un equipo muy completo que viene con...
-No, no. Ya le regalé uno el mes pasado cuando cumplió los 12. Ahora quería otra cosa.
-Un buen MP4. Seguramente escucha música que se baja de la compu, ¿o no?
-Si, si... Pero preferiría algo menos vistoso. No me parece que ande por la calle colgada en la música sin prestar atención cuando cruza.
-Entonces algo para la casa. ¿Algo para la Pc? Hay unos programas muy interesantes que le permiten armar su propio blog de manera muy sencilla...
-Humm, no sé. Yo le desconfío a esas cosas. Pero un juego para la computadora podría ser. ¿Qué podés ofrecerme?
-Tengo estos juegos de rol. Son en primera persona, ella es La Princesa Guerrera Cormen que lucha contra centauros que lanzan un vómito ácido, gigantes que pisotean sin piedad a sus enemigos y dragones que mutilan y queman...
-¡Ay, no, que horror! Mejor otra cosa. ¿Películas?
-Ah. si, muy buena opción. Acá tenemos Zoraida, la desgraciada. Es una chica que quiere ser bailarina clásica y vive en el campo con sus padres. Y cuando estos se le mueren en un tornado, ella se tiene que ir a la casa de un tío a Nueva York. El tío es malvado y la obliga a trabajar en un bar de desnudistas...
-Ehhhh, no, no, esperá. ¿otra menos "real"?
- Y, no sé. Esta de acá es de una chica que cuida de sus hermanos durante la guerra de Vietnam. Una noche llega un pelotón con 25 soldados borrachos que la...
- ¡No, no! ¡Alto! ¿Qué fue de las películas de Disney?
-¿Disney?
-Si, Disney. Mickey, Pluto, Tribilín... La Bella Durmiente
-Ah, acá tenemos una versión de la Bella Durmiente.
- Pero... pero... ¿esta no es la chica que mostró un vídeo donde estaba con siete enanos que la perseguían en una calesita? ¿Qué clase de negocio es éste? ¡Perversión! ¡Violencia! ¡Los voy a denunciar! ¡Policía, policía!

Los tres médicos de la ambulancia que llegó al local, sedaron a la mujer después de forcejear con ella un rato largo. Le dieron de alta el sábado a la tarde. El domingo pasó el Día del niño recostada en la cama, con su hija al lado suyo, acariciándole la cabeza mientras miraban por cable "Zoraida, la desgraciada"

sábado, 31 de julio de 2010

Mentiras, traición y fábulas

Hace un par se semanas atrás dejábamos como frase del estribo: "Un pesimista es un optimista con información". Para mejorarla o potenciarla, habría que agregarle "y con memoria". Entonces aplicaría perfectamente para hablar del Caso Selección Nacional.
La llegada de Diego Maradona al comando del equipo argentino -que peleaba por lograr una plaza para Sudáfrica 2010 -fue un anticipo de las desprolijidades que vendrían. Hubo "cosas raras" en la salida de Alfio Basile y en la asunción de Diego. Claro, pocos tienen pruebas. Y los que las tienen no las aportan porque a) No son concluyentes y b) Son acérrimos "maradonianos". Para quienes vimos todo desde una lejana perspectiva resulta claro que el "golpe" que desbancó al "Coco" se incubó en el plantel probablemente alentado desde afuera...
Después, ya con Maradona en el timón, la novela vivió más y más capítulos en donde se discutían cuestiones que resultaban ridículas. Por ejemplo: Diego quería a Oscar Ruggeri dentro del cuerpo técnico. La AFA, Grondona, dijo "no". Pero hubo tironeos desde ambos lados para afianzar la posición que, finalmente, se inclinó hacia el lado de don Julio. ¿No había que resolver esto antes? Cuando sentaron a Maradona para ofrecerle el cargo, ¿él no pidió a Ruggeri? Si no lo hizo de entrada, está claro que quiso presionar una vez con el buzo de DT puesto. Y si él se dice tan leal y de "mirar de frente a los ojos" , ¿por qué no se fue cuando le vetaron la incorporación del "Cabezón" a su grupo de trabajo?
Lo mismo vale preguntarse luego de escuchar su discurso (eso no fue una conferencia de prensa) de la semana pasada. Si había "intereses económicos" metidos en la Selección, ¿por qué no renunció? Una respuesta digna podría ser que quisiera pelear desde adentro. Bueno, perfecto. Muy loable. Pero vale plantear otro interrogante; si Argentina se traía la Copa del Mundo, ¿él habría denunciado esto?
El viejo síndrome de "El otro tiene la culpa" fue la excusa en la que se recostó Maradona para despedirse de la gente luego que la AFA decidiera no renovarle el contrato como entrenador de la Selección. Acusó a Grondona de mentirle. Apuntó como traidor a Bilardo. Y volvió a dejar la sensación de sentirse perseguido y acosado por todos. Vale recordar que tras el 0-4 con Alemania había exhibido ya los síntomas de esta "cruel enfermedad" cuando se mostró agresivo ante las preguntas de los periodistas y hasta desafió a uno a presentar un proyecto en la AFA para dirigir al equipo nacional.
La triste conclusión de todo esto es que Maradona volvió a fabular. Esta vez no fue Havelange, ni Blatter, ni Platini, ni Pele, ni el Papa... Esta vez eligió conpiradores más caseros. Dos con los que trató desde que asumió como técnico de Argentina. Con uno de ellos se abrazó en el estadio Centenario luego de la victoria 1-0 ante Uruguay insultando a los periodistas que sostenían que existía un división entre ellos. ¿La seguimos teniendo adentro, Diego? ¿La seguimos chupando?
Maradona jugador era capaz de gambetear medio equipo rival para meter un gol. Maradona persona nunca ha podido eludir los "trancazos" de la vida. Maradona jugador acariciaba la pelota y ésta le obedecía. Maradona persona reparte golpes y abrazos a distra y siniestra.Maradona jugador se cargaba el equipo al hombro e iba al frente. Maradona persona acepta desafíos, pero no admite sus errores y fallos y hace cargo a de ellos a sus críticos.
Y en medio de todo esto nunca (¡nunca!) se pudo hablar de fútbol con Maradona. Cuando era entrenador su discursoi se reduicía a "Le dije a los muchachos que tienen que dejar todo por la camiseta argentina". Jamás se consiguió debatir ideas y decisiones. Y tras el adió al Mundial, menos.
Pero, claro, todo es culpa nuestra. ¿Verdad Diego?

martes, 13 de julio de 2010

La eliminación del triunfalismo periodístico deportivo

Se fue el Mundial. Pasó el mes que nos iba a tener pegados al televisor viendo partidos que durante otra época del año no hubiesen merecido nuestra mínima atención. Adiós a la tiranía de vivir con el horario-FIFA condicionando nuestro ritmo de vida. Y adiós también all triunfalismo periodístico deportivo con el que fuimos castigados mientras Argentina avanzaba en el torneo.
No es mi intención caerle duro a los jugadores de la Selección Nacional, ni a Diego Maradona. Ni siquiera se me ocurre hacer alguna crítica a la conducción de la AFA… No en este momento. En todo caso en este tiempo post-Mundial, apto para la reflexión y al análisis son otros (mejor capacitados y autorizados que yo) quienes deben indagar acerca de las razones por las que un equipo tan bien valorado desde el plano económico, dio tan pocos dividendos en Sudáfrica. Lo que pretendo poner en debate es otra cosa.
Me gustaría focalizarme en la manera en que se cubrió la actuación de Argentina en el Mundial. De cómo se “vendió” cada una de las presentaciones del equipo de Maradona y, junto a ella, se comentó el desempeño de sus jugadores.
Para empezar sorprendió la amnesia colectiva que atacó a la comunidad periodística deportiva en general, tanto a quienes estaban en Sudáfrica como a los que apoyaban las transmisiones desde aquí. De golpe y porrazo nadie recordaba el lamentable rendimiento de Argentina en la eliminatoria mundialista. Las actuaciones individuales flojas, el nulo visitando a Bolivia… todo eso quedo borrado. Desaparecido mágicamente apenas el Mundial se puso en marcha. ¡Y ni hablar tras la victoria inaugural frente a Nigeria! A partir de ese momento la cuestión principal parecía ser si nos cruzaríamos funcionamiento colectivo, la enorme cachetada en contra del 1-6 con Brasil en la final o no. Mientras tanto las loas desbocadas hacia Lionel Messí ocuparon páginas y pantallas de manera permanente. Casi asfixiante. ¿Juego de equipo? ¿Funcionamiento? No, nada. O muy poco. Apenas algún sobrevuelo a ambas cuestiones.
Desde mi escepticismo me pregunté:¿jugo tan bien Messi? Encontré tantas respuestas positivas que, de la boca para afuera, opté por un prudente silencio. Y mientras veía pasar partidos (el buen arranque de Alemania y Holanda, la pobreza de costumbre de Italia, el flojo debut de España) pensé que Argentina podía llegar a tener buenas chances de pelear por el título. Necesitaba crecer como equipo, asentarse, tomar confianza de la mano de buenos resultados. No me dí cuenta del contagio hasta mucho después.
La goleada ante Corea del Sur, el triunfo “caminando” frente a Grecia, pusieron al equipo de Maradona en los octavos de final donde debía cruzarse con México. Para entonces algunas grietas en el discurso súper-ultra-hiper optimista empezaban a notarse. Por caso se reconoció que el cuadro mexicano sería el primer rival “importante” que tendría la Selección Nacional. Y vaya si lo fue… Una atajada providencial de Romero y el travesaño ayudaron a conservar el “cero” en una defensa que temblaba más que La Momia de Titanes en el Ring. Después, por supuesto, se ganó 3 a 1 (alevoso gol en off side incluido) y con una muy buena tarea de Messi. No, perdón. No de Messi. De Carlos Tevez. A quien pese a los dos goles –el segundo un golazo- se lo calificó con un “8” ¿Y Messi? Otra grieta en el discurso esperanzador de nuestros predicadores deportivos: se reconoció que no había jugado bien. Alguno fue más allá y no solo remarcó que llevaba cuatro partidos sin meter goles, también apuntó a que su rendimiento iba decayendo conforme la competencia avanzaba.
Entonces. en el horizonte argentino se levantó Alemania.
Y el Mundial terminó.
0-4. Una de las peores derrotas “albicelestes” en los Mundiales.
Pero algo positivo salió de este traspié. La mayoría de los periodistas recuperaron la memoria y fueron capaces de recordar que el equipo argentino jugaba mal. Que sus futbolistas no rendían como lo hacen (o dicen que hacen) en sus clubes. Hasta se levantaron cuestionamientos hacia el técnico por haber “borrado” a la “Brujita” Verón (hay “aroma” a qué pasó algo raro ahí, ¿no?) Obviamente se le cayó con fuerza a los “obreros” de siempre: esta vez Otamendi, además de Heinze y Demicheli, fueron los más castigados. Aunque debo reconocer que Di María recibió lo suyo (¿tendrá él la culpa de que alguien pague 40 millones de euros por su pase?) y hasta se aseguró que Messi no había tenido un buen Mundial.
¿¿¿¿Cómo???????? Un momento. Una semana antes había escuchado decir que solo le faltaba el gol, que era la gran figura del torneo, que bla bla bla bla. ¿Qué había sucedido? ¿Error o panquequismo puro? No. Desde acá defiendo a mis colegas. Fue un error. “Vieron” lo que no existía mientras el equipo ganaba. “Vieron” la realidad a la hora de hacer un balance tras una derrota.
Entonces recordé un error similar cometido por el periodismo en 2006, en Alemania. Aquella vez, tras clasificar a cuartos de final, se insistía con que era “el Mundial de Riquelme”. Cuando vino la eliminación a manos de los alemanes, el análisis que se hizo fue que “Riquelme tuvo un Mundial discreto” ¡Epa! Lo mismo que sucedió ahora. Con otros jugadores, pero casi con los mismos periodistas.
No existe la objetividad. Todos lo sabemos. Y ni estas líneas son objetivas. Pero, ¿tanto cuesta moderar un poco los elogios? ¿Qué necesidad tenemos de que Messi sea el mejor del mundo? ¿Para qué? Si antes de Maradona nunca lo tuvimos e igual dábamos batalla, jugábamos bien y ganábamos. ¿Cuál era el problema de reconocer que la Argentina de Maradona era un simple conglomerado de jugadores caros sin mucho plan táctico que los sostenga? En todo caso apostábamos a eso y punto. Listo, ¿qué problema?
Pero no. Había que cargar tintas sobre Messi para que una vez más nos estrellemos con la realidad: hay uno que juega en Barcelona y parece que no es este que se pone la celeste y blanca. Faltan socios, adujeron algunos. ¿Socios? Agüero, Verón, Higuaín, Milito, Di María, Pastore, ¿son “pica piedras”? ¿No juegan bien? ¿Qué hay que hacer? ¿Nacionalizar a Pedro?
Vamos, por favor. Pero lo del juego de Messi vale desarrollarlo otro día…
Quizás la respuesta sea muy simple: compramos elogios. Los compramos barato porque hoy en día cualquier jugador del planeta puede destacarse con un par de meses de regularidad. Entonces entra al mercado futbolero, su carita aparece en la playstation, en el FIFA 2010, en perfumes, zapatos, lanchas, condones, cervezas… El negocio, el marketing se los come y son “buenos” aunque jueguen mal o, en el mejor de los casos, son “buenos” con un par de pinceladas por partido. Claro, después pasan por el Mundial como Cristiano Ronaldo o Lampard y uno piensa (con razón) que cualquiera de los dos se hubiese ido puteado un sábado a la tarde de Mataderos o Rafaela
Pero no. En Europa no. Al menos eso nos “venden” quienes relatan la Liga Inglesa como si los jugadores fuesen dioses olímpicos o que hablan maravillas de las actuaciones de los futbolistas argentinos en España, Italia, Hungría o Moldavia. Ahí nos “venden” que son infalibles. Y todos merecen elogios. Son enormes, fantásticos, insuperables, inimitables, talentosos, excelentes, etc, etc, etc.
Después, cuando los vemos en el examen que hay que rendir cada cuatro años, el triunfalismo periodístico deportivo no alcanza para sostenerlos por mucho entusiasmo que pongan en la apertura de la transmisión o en las notas y comentarios entre partidos. Porque cómo decía Angel Labruna “En la cancha se ven los pingos” Y eso, lo que pasa en la cancha, sigue siendo lo único que vale en el fútbol. Digan lo que digan.

viernes, 2 de julio de 2010

¿A usted nunca le pasó?:


LAS LINEAS ENEMIGAS



La casa era de madera y estaba a unos doscientos metros más o menos. Hugo podía ver su lateral cuando las explosiones la iluminaban tiñéndola de rojo y amarillo. Pero, ¿era una casa o una capilla? Un rato antes, en medio del fulgor de una detonación, le pareció ver alzarse por sobre el techo, una torre fina rematada en una cruz. “Casa o capilla, qué importa”, se dijo Hugo, con los ojos al ras del suelo, enterrado hasta las rodillas en el barro de la trinchera. Si, le daba lo mismo. Allí dentro encontraría refugio y calor. Quizás debiera esperar el final del bombardeo encerrado en el sótano –si es que tal sótano existía- pero cualquier cosa sería mejor que aguardar a cielo abierto que una bomba le cayera encima. Miró a la derecha. El cadáver de su compañero yacía boca abajo, con la mano tomando estérilmente el fusil. Hugo se lo quitó y se pasó la correa por el hombro. Se acomodó el casco, respiró hondo y se aprestó a saltar fuera y correr. Correr por su vida. Como venía haciendo desde hacía… ¿cuánto? No se acordaba. Ni tampoco le importaba.

“No te olvides de llamar al cable” –la voz de Viviana llegó flotando en la noche y estalló iluminándola. Poco a poco el barro bajo sus botas se deshizo. El cuerpo de su camarada muerto se volvió polvo. La casa (o capilla) se transparentó y desapareció. Hugo entreabrió los ojos. Su mujer lo miraba desde la puerta del dormitorio. “El cable. No te olvides”, amonestó con gesto de mamá enojada. Hugo gruñó una respuesta que lo mismo podía ser conformidad o insulto. Viviana se marchó dando el portazo de todos los días.

Se preparó un café y caminó hasta el living para buscar la revista de cable. La encontró al costado del sillón, adónde la había abandonado él mismo la noche anterior tras aburrirse haciendo zapping con el control remoto en busca de un programa que le interesase. Cuando por fin lo encontró (una película de guerra que empezaba 22.35) sólo pudo disfrutarla por veinte minutos. La señal se cortó y no volvió. De nada valió montar guardia por una larga hora frente a una pantalla gris. La acción en Vietnam se estaba desarrollando sin Hugo como testigo. Marchó a la cama rumiando su desazón. Ahora, mientras pasaba las hojas buscando el número de teléfono se le ocurrió que su subconsciente le había dado un premio consuelo al permitirle soñar con una historia bélica en donde él era el protagonista.

Con el número ya localizado, fue por el inalámbrico y marcó la larga combinación que lo pondría en contacto. Sin embargo antes de terminar, cortó. Recogió el control remoto y oprimió el “on”. La pantalla seguía gris. Sonrió dándole un sorbo al café. A la pasada su mente había considerado la posibilidad que su esposa, Viviana, le estuviese jugando algún tipo de broma cruel diciéndole que llamase a la empresa de cable cuando, ella ya había verificado que el servicio se encontraba normalizado Apretó “off” y recogió de nuevo el teléfono. Mientras se derrumbaba en el sillón terminó de marcar los once números. Tras dos llamadas una voz femenina comenzó a hablar:

“Multicablex le da los buenos días. Si usted quiere contratar nuestros servicios, marque el “1”; si ya es cliente, marqué el “2”

Hugo, obediente, pulsó el “2”

“Si desea adquirir el pack de “Cine especial” con tres canales exclusivos en los que podrá ver estrenos al mismo tiempo que en el cine, marque “1”; si le interesa asociarse a la promoción “Fútbol de Europa” con la que podrá disfrutar de los torneos de España, Italia, Alemania, Inglaterra y Finlandia, marque “2”; si su llamada responde a otro tipo de necesidad, marque “3”

El pulgar de Hugo oprimió el ·”3” mientras bebía la segunda mitad de su café.

“Si quiere conocer el monto y fecha de vencimiento de su factura, marqué “1”, si desea adherirse al débito automático para poder participar del sorteo de dos pasajes ida y vuelta a Cancún (no-incluye-estadía-ni-alojamientos-ni gasto-alguno-que-pueda-realizar-el-ganador-del-sorteo-y-su-acompañante), marque “2”; si su llamada es por otro motivo, marqué “3”

Hugo resopló mientras escogía el “3”

“Si quiere conocer nuestra programación al instante, marque “1”; si quiere recibir en su celular los horarios de sus programas favoritos, marque “2”; si quiere hacer alguna consulta con el área técnica, marque “3”

“Por fin”, pensó Hugo marcando el “3”

“Si recibe imagen sin audio, marque “1”; si recibe audio sin imagen, marqué “2”, si no recibe ni imagen ni audio, marqué “3”

Hugo pulsó ferozmente el “3”

“Aguarde y será atendido por uno de nuestros operadores”. A Hugo la voz le pareció ligeramente decepcionada, pero ¿era posible? El mensaje estaba grabado. ¿O no? Una melodía estridente comenzó a sonar obligándolo a alejar el teléfono de su oído. Tomó el último sorbo de café y aguardó pacientemente los siguientes dos minutos. Entonces la música se cortó… al igual que la comunicación. Hugo se quedo perplejo, mirando el teléfono mudo como si se hubiese transformado en un anco

Los siguientes siete minutos de la vida de Hugo fueron una repetición de los que ya había vivido momentos antes. Un nuevo paseo por los laberintos del contestador automático de su operador de cable, con su pulgar oprimiendo el “2” o el “3” hasta que, finalmente, desemboco en la salida a su consulta. Y una vez mas la voz de la chica le pareció resignadamente fastidiosa. “Aguarde y será atendido por nuestros operadores”. Alertado por su memoria, alejó el oído del teléfono apenas escuchó los primeros acordes de aquel repiqueteo que casi lo había dejado sordo la vez anterior. La tortura auditiva esta vez se estiró un par de minutos mas. Entones resurgió la voz de la chica (¿un poco mas animada ahora?) para anunciarle triunfalmente que “Multicablex le agradece que se haya comunicado con nosotros. Nuestros operadores están atendiendo a otros clientes: aguarde por favor” Y la horrible melodía volvió a atronar en la línea por otros tres minutos. .

La paciencia de Hugo se iba agotando. Su mente, poco a poco, comenzó a recrear el sueño que interrumpiera Viviana aquella mañana. Otra vez estaba hundido en el barro, con el casco calzado sobre las cejas, los ojos pegados al nivel del piso, contemplando la casa (¿o capilla?) doscientos metros adelante.

“Multicablex le agradece…”, volvió a decir la chica-robot. Hugo gritó un par de “hola, hola” antes de comprender que seguía sin hablar con un ser humano. Cortó y volvió a marcar.


Hacía ya media hora que intentaba reclamarle al servicio de cable. Era la tercera vez que desandaba el camino de opciones y números. Otra vez estaba en la “etapa musical” de aquella comunicación que no le comunicaba con nadie. Fue entonces cuando, inesperadamente, una voz masculina se hizo presente al otro lado de la línea.

“Buenos días, me llamó Sergio, ¿en que lo puedo ayudar?”, preguntó solícito. Hugo se repantigó en el sillón y empezó a explicar atropelladamente el motivo de su llamado. “Dígame el numero de cliente”, pidió Sergio. Hugo se quedo mudo.

“No lo sé”, atinó a balbucear.

“Si tiene la factura a mano podrá verlo en el margen superior derecho dentro de un rectángulo amarillo. Es un número de tres cifras seguido de un guión y con otros seis números a continuación”, algo en el tono de Sergio denotaba un aire a superioridad que pegó duro en la paciencia de Hugo.

“No tengo la factura a mano, te doy mi nombre y apellido y los buscas en tu computadora, ¿si?”, alegó.

“Dígame su número de teléfono, señor”, contraatacó Sergio.

Hugo se lo dijo.

”Ahora su DNI, por favor”, requirió Sergio. Hugo se lo dijo. ¿Es usted el titular?”, insistió Sergio.

“Si no fuera el titular ¿ qué sentido tendría que perdiese cuarenta y cinco minutos de mi vida tratando que me atiendan?”, rezongó Hugo. Deseaba tener un fusil en sus manos para ir hasta Multicablex y encargarse de Sergio, la chica-robot y del que había seleccionado la música de espera

“Un momento, por favor”, se disculpó Sergio, y antes que Hugo pudiese volver a protestar, los acordes infames de la melodía revienta-oídos ya lo estaban aturdiendo otra vez.

Pasaron dos minutos hasta que la voz de Sergio se dejo escuchar de nuevo.

“Gracias por esperar. Lo transfiero al departamento de Técnica””, anunció antes de volver a dejarlo oyendo aquellos acordes cacerolescos.

Pasó otro par de minutos. En ese lapso Hugo estuvo tentado de volver a cortar. Pero antes de hacerlo encendió el televisor y al ver la pantalla oscura su desaliento creció.

“Buenos días, soy Santiago, ¿en qué puedo ayudarlo?”

“¿Sos del departamento de Técnica?”, desconfió Hugo.

“Si señor, dígame qué necesita”, insistió Santiago.

“La señal se cortó anoche a eso de las once y todavía no volvió”, explicó Hugo aliviado

“¿Me podría dar su numero de cliente, por favor?”, reclamó Santiago con voz paciente.

“Pero… -Hugo no encontraba palabras- Ya se lo di al otro muchacho. –no era cierto, claro, pero ¿qué diferencia había? ¿No sabían ya quién era él?

“Si señor, lo entiendo, pero mi terminal no está conectado con el de los operadores… -la explicación de los problemas técnicos que aquejaban a Santiago se perdieron en el espacio. Hugo ya era incapaz de prestarles atención. Cuando oyó que el muchacho hacía silencio repitió que no tenía la factura a mano, que podía darle su número telefónico o el de su documento de identidad. Santiago aceptó ambos datos y luego –por supuesto- puso a Hugo en espera. Para su sorpresa, la música era diferente. Al menos los de “Técnica” tenían un gusto musical algo más refinado.

Tres minutos después volvió Santiago.

“Nuestra señal está llegando correctamente a la zona donde usted reside. ¿Verificó bien las conexiones interiores de su televisor con el cable alimentador?”, la pregunta era maliciosa. Hugo presintió la trampa.

Se levantó del sillón y fue hasta la TV. Lentamente se asomó por encima para ver si el cable estaba conectado o tirado en el suelo. Estaba conectado. Estiró el brazo y lo tocó. Estaba firmemente conectado.

“El cable está bien”, informó triunfal… sin saber por qué estaba tan contento.

“Entonces debe haber algún problema con el aparato”, aventuró Santiago.

La sangre de Hugo acabó por hervir. ¿Qué era todo aquello? ¿Cómo se atrevía aquel mocoso anónimo a desconfiar de las bondades de su televisor? ¡Y llamarlo “aparato”! Aparatos eran ellos que tenían una máquina que ablandaba la mente de los clientes y una música que los aturdía. Esos eran aparatos. Aparatos de tortura para quebrar las voluntades, para hacerlos caer de rodillas y obligarlos a rogar por algo por lo que pagaban puntualmente. Y a un precio bastante elevado, además. Iba a responder duramente cuando oyó que la comunicación volvía a cortarse. Y, al mismo tiempo, la mente de Hugo se tiñó de gris, como la pantalla sin señal de su televisor…

Hugo estaba otra vez en la trinchera, sordo por los bombardeos, enceguecido por los fogonazos, viendo a la distancia la pared lateral de la casa-capilla. ¿Había una inscripción sobre las tablas? Si, eso parecía. Podía vislumbrar una “M” y también una “u” y una “l”, pero el resto era imposible de leer. Dos siluetas tapaban las letras siguientes. No. No eran dos. Eran tres. Dos hombres y una mujer. Sergio y Santiago y la chica-robot, seguramente. Estaban esperándolo. Le hablaban, Hugo veía que lo miraban y movían los labios. Seguramente le estaban pidiendo el número de cliente. No lo tenía. No importaba. Tomó el fusil de su compañero muerto y saltó fuera de la trinchera.

Una música ensordecedora y enloquecedora tapó el retumbar de sus disparos.