domingo, 22 de agosto de 2010

Quería decir...: El A B C de la violencia

Vivimos tiempos tristes en Argentina. Tiempos de inseguridad. Tiempos de miedo. Tiempos de incertidumbre. Y no se trata de cuestiones relacionados a los físico, al temor de ser asaltados, atropellados o asesinados. También coexistimos con el terror de ser lesionados moralmente, de recibir una agresión que no tenga forma de piedra o bala, sino que sea una palabra, una determinación, una acción que nos cambie la vida para siempre.
Viajar, salir, quedarse, hacer o no hacer, todo es inseguro. Pero mucho más de los común. Ya no se trata de la ley de probabilidades. No se trata de que nos toque o no estar en determinado lugar, en determinado momento, para que algo nos suceda. La violencia en la Argentina escapa incluso para lo que pueda medirse a través del azar.
Hay un ABC básico de la violencia. Adolescentes. Bancos. Colectivos. ¿Son los únicos? No, claro que no. Estos tres son los ejes de la cuestión en cuanto a lo físico. El daño moral va pegado a cualquiera de estos tres. Es el "bonus". El (maldito) premio.
Hay una porción de adolescentes que vive poniendo en riesgo su vida y la de otros. Es comprensible que en ese laberinto en el que las hormonas nos ponen después de los doce años, los caminos siempre parezcan confusos y que la única "certeza" sea tener esa sensación de poder, de ser invencible, inmortal. Esta engañosa omnipotencia por la que todos pasamos algunas vez, engaña. Entonces algunos (por ejemplo) se toman, liberalmente, "hasta el agua de los floreros". Tequila, vodka, cerveza, vino, ginebra... No importa la calidad. No hay límite para la cantidad. ¿Y después? Después uno toma otra cosa: un arma. Y dispara. Muere él o muere otro. El saldo de todos modos es trágico. ¿Los amigos? No saben a quien culpar. Se esconden detrás del "todo pasó en un segundo". Claro. En un segundo fatal. Y un segundo que pudo haberse evitado. Más si luego alguien desliza que la víctima o victimario "temía problemas con el alcohol. Se descontrolaba. A veces hacía bromas o se metía a correr en medio del tráfico". Jaja. Qué divertido. Miren como le tocan bocina los conductores tratando de eludirlo. ¿Saben que pasa si lo atropellan? Van presos. Y a juicio. Y lo tienen que pagar por bueno, como suele decirse.
Entrar al banco aunque sea buscando cambio en monedas para viajar se ha convertido en una aventura de espías y pistoleros. Hay que mirar fijo al cajero. Ver si nos mira fijo a nosotros. O si hace alguna seña o algún guiño raro. También hay que estar atentos a los que están parados frente a los cajeros automáticos como muñecos desconectados a la espera de una orden. Y hay que mirar si alguien entra (o sale) atrás nuestro. Si nos sigue veinte metros por la vereda, cruzar. O correr. O ponerse a gritar. O arrodillarnos y extender las manos ofreciendo las míseras monedas suplicando que no nos disparen. "Tomen. Llevénlas. Yo voy caminando." ¿Comprar dolares? ¿Renovar un plazo fijo? ¿Cobrar la jubilación? No. Esa tarea requiere del alquiler de un par de custodios de esos que vemos en las películas y suelen decir "El perímetro está asegurado"
Llegar a la parada del colectivo tiene, en cambio, el romanticismo de los filmes de acción al estilo Indiana Jones. Hay que esquivar al 94 que dobla a toda velocidad, dejar pasar al 112 que nos roza la nariz con uno de sus estribos traseros, y perseguir y alcanzar al 9 que acelera para sortear el semáforo en el que ya luce el amarillo. ¿Fin de la misión? No. La diversión recién empieza... Hay que tratar que la máquina no haga saltar las monedas enloquecidamente como si fuesen pulgas en el lomo de un perro pelado, o que las devuelva igual que un tobogán sin frenos. Cuando por fin el pasaje ha sido abonado, viene la complicada tarea de tomar con uñas bien afiladas el minúsculo boleto que -sabemos bien- un día de lluvia o por culpa del sudor perderá rápidamente toda la (supuesta) información vital que posee. El resto del viaje será, por suerte, apenas un vaivén de aceleradas y frenadas y de giros dignos de una centrífugadora para entrenar astronautas. Ah, y no hay que olvidarse de estar parado lejos de las puertas y hablar por celular con las ventanillas cerradas o mientras el colectivo se mueve. No sea cosa que un arrebatador (interno o externo) se tiente...
¿Pasan más cosas? Si. ¿Hay mas modos de violencia? Si. Pero por hoy con este ABC (Adolecentes, Bancos, Colectivos) tenemos suficiente. Pero no lo duden. Podemos completar el abecedario. Y varias veces.

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